"...La Morocha..."

sábado, mayo 13, 2006

"Lola"


Hace unos 10 años. Uno de sus amigos emigraba a otro país.
Fue entonces cuando comenzó su etapa más sombría; donde, con cada vaso de alcohol, cuenta hoy: “se me enturbiaban mas los pensamientos”…
La ronda empezó temprano. Eran las diez de la noche cuando, casi a presión, subieron los cinco a un “fitito” que les había prestado el tío de Pedro.
Habían comprado “unas Quilmes” en el almacén del barrio y habían seleccionado unos cassettes con música “enganchada” para que esa noche se convirtiera en inolvidable.
Las cervezas se fueron terminando. Y con el alcohol el combustible.
Los primeros dos desertores abandonaron la juerga y volvieron a casa esperando que llegara la mañana y con ella la “resaca”.
Abandonaron el fitito en una esquina con olor a historia, en medio de una calle empedrada.
Comenzaron a caminar por la ciudad buscando “sustento”. La madrugada y el frío amenazaban con llegar mas temprano de lo acordado.
Ya el alcohol hacia efecto sobre los tres hombres.
Caminaron un buen rato y se encontraron con un pintoresco kiosco. Impulsivamente entraron sin siquiera consultarlo entre ellos.
Las luces escondidas detrás de algunos chocolates y atados de cigarrillos le daban una atmósfera diferente al lugar, no era un kiosco “común”.
Sintió que ese sitio algo le mostraría y la ansiedad le corrió por la espalda como un escalofrío.
Miró a sus amigos, por primera vez desde que habían bajado del auto. Pero la mirada de los otros dos estaba puesta en una mujer que estaba sentada cerca de una ventana.
Cada tanto se veía una luz difusa pasar por la calle y eso mostraba que había otro mundo mas allá, el vidrio de aquella ventana tenia meses sin agua.
El señor detrás de las cajas de chicles y chupetines parecía un gigante. Estaba excedido de peso, una voz que denotaba años de cigarrillo y alcohol y el cabello que le llegaba a los hombros.
En la radio sonaba un blues de Pappo. El tiempo parecía haberse detenido por un momento.
La mujer cerca de la ventana tenía los ojos fijos en un televisor blanco y negro que repetía, sin el sonido, una película de Tita Merello.
Se sintió observada y aparto sus ojos color miel para responder a las miradas. Rápidamente el quiosquero rompió el silencio y dijo: “¿Van a pedirme algo o van a seguir parados como tres postes?”.
Sus amigos se acercaron a la heladera y sacaron tres cervezas. “Una mas por cabeza”, dijo Pedro.
El seguía observándola, como cuando lo desconocido irrumpe sorpresivamente.
Ella tomó la iniciativa y los invito a tomar las cervezas en su mesa. Tímidamente se acercaron.
Lola, así se había rebautizado cuando empezó a sentir que Antonio no era el nombre que necesitaba para vivir su vida. Tenía el cabello rojizo, las uñas mas largas que habían visto y el vestido mas corto que habrían podido imaginar.
Sin notarlo en menos de una hora estaban los cuatro riendo a carcajadas como si se conocieran de otro tiempo.
El alcohol y lo insospechado estaban haciendo que esa noche no fuera una más. Fuera de cuadro, el pelilargo y obeso quiosquero bostezaba ajeno a todo.
Lola tenía la sabiduría de la calle y la libertad de un vagabundo. Era la dueña de la situación.
Se paró impulsivamente, hizo un chasquido con los dedos y les pidió que la acompañaran. El misterio que ella emanaba los tenía hechizados.
A penas salieron, el quiosquero bajó la persiana y agradeció al cielo que podía ir a dormir.
Caminaron unas diez cuadras con el frío como compañero. Se rieron a carcajadas entre chistes y anécdotas. Las palabras se dibujaban en el paisaje invernal con el aliento q salía de sus bocas.
Llegaron a un bar de esos que viven en penumbras. Las luces estaban muy, muy bajas. Y sobre el escenario un viejito encorvado tocaba el piano.
Lola tomo el picaporte de una vieja puerta de madera que tenía las marcas de los años y chillaba como una gata en celo cada vez que alguien la abría. En cuanto la puerta comenzó a abrirse solo él se animó a seguirla.
Se despidió de sus amigos que huyeron como dos fugitivos condenados a muerte.
A veces se anima a confesar que las piernas le temblaron cuando cruzó el umbral. Pero tenía ganas de seguir su instinto.
Las horas pasaban con sabor a tabaco y miel mientras el sonido del piano parecía cada vez más hipnótico y los transportaba a un lugar sin tiempo ni reglas a seguir.
Los escotes y el maquillaje eran la vedette de la noche. Nadie en ese bar desconocía a Lola.
El mesero se acerco con un trago y una sonrisa cómplice. Lo miró a él y le preguntó si le servía algo. Pidió lo mismo que ella.
Su mirada recorría, sin miedo ni vergüenza, los pechos y las piernas de las mujeres que animaban el lugar.
Lo miró sonriendo y le dijo: “decime cual te gusta”. Otra vez el escalofrió en la espalda. Otra vez el instinto que lo obligaba a seguir.
Todavía hoy duda si fue una jugada de ella o si realmente no había notado que se sentía atraído desde el momento en que entró al Kiosco.
Las manos comenzaron a transpirarle, se sonrojó y con la voz entrecortada le dijo: “vos”.
Por primera vez en años, a ella la ponía nerviosa alguien, esa palabra le retumbo durante unos minutos sin dejarla responder con uno de sus chistes sarcásticos.
Por primera vez en años, ella sentía que estaban siéndole sincero.
Por primera vez en años, su cuerpo se estremecía frente a una mirada.
Por primera vez en años, sentía el miedo que produce que un amor ande rondando.
Todas esas sensaciones la anulaban. Por un segundo parecía apagarse.
El se asustó y pensó que había arruinado todo con esa confesión.
Le rozo la mano y casi por un impulso que provino de su interior se acercó lentamente a su boca pensando que él era su dueño y bebió de sus labios.
Nunca antes la habían besado así. Pensó en rechazarlo pero no pudo. Dio rienda suelta a su deseo. Se acercaban cada vez más, sentían sed el uno por el otro. Sus labios parecían conocerse de otra vida, de otros tiempos.
El lugar estaba en penumbras En el piano sonaba un jazz y el humo del cigarrillo los abrazaba.
Procuraron un lugar más íntimo. No esbozaban palabras, no hacía falta.
Subieron la escalera de mármol que estaba a un costado del escenario, detrás de una cortina de terciopelo negro. Pocas personas conocían ese atajo, Lola era una de ellas.
Recorrieron los escalones lentamente, la pasión los detenía, por momentos y se fundían contra las paredes transpiradas de aquel bar.
Entraron a un cuarto oscuro, sin ventanas, donde habitaban la humedad y el mal gusto.
Se miraron profundamente. Se comunicaban. El comenzó a acariciarla. Pasó las yemas de sus dedos por la boca de ella, y comenzó a bajar sus manos.
Tocó sus pechos con una ternura que ella desconocía. La besó nuevamente, mientras acariciaba su abdomen. Hundió sus dedos en el ombligo y, con la respiración entrecortada bajó un poco mas.
La apartó de él con un abrupto empujón. Esta vez el escalofrío recorría todo su cuerpo. Comenzó a temblar.
Ninguno de los dos podía hablar. Las lágrimas brotaban de los ojos de Lola. Quiso acariciarlo, llevo su mano al rostro de él, pero antes de alcanzarlo, él bajo corriendo las escaleras y, sin mirar atrás salió a la calle.
Nunca más volvieron a verse. El dice no recordar dónde quedaba aquel bar.
De ella nada se sabe, emigró una noche, llevando a cuestas su tristeza.


Gracias Marce por la imagen y Emiliano por las ideas y algunos párrafos.. Marisol

6 Comments:

  • At 5:42 p. m., Anonymous Anónimo said…

    Lo primero que leo, y no sera lo ultimo. Me re-gusto!!! Adelante mujer!!!

     
  • At 8:03 p. m., Blogger Marce said…

    Cualquier cosa que este a mi alcance es poca cuando se trata de ayudarte en lo que sea, sabes que puedes contar conmigo simpre siempre siempre...

     
  • At 9:27 a. m., Anonymous Anónimo said…

    Bueno Morocha, Al final nuestro protagonista Se llevo su primer fracaso amoroso a cuestas, experiencias enriquecedoras les llamaria yo. Un gusto que me hayas incluido en tu historia, fue mas q divertido intercambiar opiniones con vos, un beso grande y los exitos van a continuar mientras sigas dandole rienda suelta a la imaginacion.

     
  • At 10:18 a. m., Anonymous Anónimo said…

    hey mari... lo siento que no puedo contarte profundamente que bueno estan tu poems... pero espero que sepas que me gustalos y parece en ti hay mucho mas talentos.....;-)

    ciao y cuidate un besito

    pedro

     
  • At 1:19 p. m., Anonymous Anónimo said…

    amiga:
    como siempre sos una genia para escribir!!!.haces que todo lo que leo sea real...la palabra, el gesto justo se transforma en imagenes reales.gracias por compartir toda esta magia que brota de cada uno de los cuento.besos.
    mariela.

     
  • At 11:42 a. m., Anonymous Anónimo said…

    "la sabiduría de la calle y la libertad de un vagabundo"
    Si Lola nació el día de mi cumpleaños no lo sé, pero registra su fecha de publicación. Sin embargo es curioso…
    Escribir? Difícil para ti…por qué?

    Sin la necesidad de un lapicero tu interior ha hablado, el papel ha sido testigo de la libertad que has dado y sobre todo de lo que quieres y deseas hacer ; primando las ansias de sentir amor… esa condena de ser amada. Ese derroche recíproco de los cuerpos…

    ¿eeehh?

    Lola , quién es Lola ?
    Aquella mujer de colmada experiencia sexual que en medio de prendas disfraza la timidez; y al encontrar a ese hombre que roba sus sueños desborda aquella sensualidad que siempre ha estado ahí, esperando por él…
    De hecho, esos labios inmaculados besarían por vez primera al amor. Su inmensa ternura, confeccionada en cristal y resguardada en metal se abrirá con la confianza “desconocida”-


    ¿Lola?
    Su atmósfera argentina entre Quilmes, la música de Pappo ,etc, fuertemente enraizados y hábilmente manejados describen esa noche que “ nunca duerme ” .
    Piel…hay piel, esa comunicación que la misma gramática es ignorante porque no hay palabras ni verbos para describirlos…

    Antes que me digas : ¡!! Me cansás o estás re-loca Nena ¡!! , hasta aquí llego…
    Sonia

     

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